Enrique Mariano Barba prestigioso historiador, nació el 19 de enero de 1909 en
nuestra ciudad, en donde falleció el 30 de noviembre de 1988.
A lo largo de
toda su vida desplegó una descomunal tarea tanto investigativa como docente y
ocupó los principales cargos de las instituciones académicas más importantes de
su especialidad en el país
Ya desde niño
los relatos históricos acaparaban vívidamente su atención y durante la
adolescencia procuraba la ávida lectura de los trabajos de historia argentina
existentes en la época, los que le fueron despertando incógnitas de distinto
tipo e interpretaciones de hechos que a veces no se condecían con las
realidades emanadas de esos propios acontecimientos.
De esa forma,
comenzó a hacerse preguntas que dieron nacimiento a su posterior sistema de
estudio e investigación historiográficos, el que sin duda creó la escuela
académica más importante de Argentina y con muchos seguidores profesionales,
que en la actualidad prosiguen aplicando el método investigativo de Enrique
Barba.
Al terminar sus
estudios secundarios, ingresó a la facultad de Humanidades de la Universidad
Nacional de La Plata con notas sobresalientes, cursando la carrera en forma
acelerada y obteniendo el título de profesor de historia.
Un dato saliente
de los inicios de su carrera es el que indica que, a los 25 años de edad, en
1934, se doctoró con honores en su especialidad en la Universidad de Madrid.
Estaba casado
con Georgelina M. Tizio, con quien tuvo dos hijos, Guillermo Mariano y Fernando
Enrique.
De regreso en
nuestro país, el Dr. Barba fue designado profesor de historia en el antiguo
Colegio Secundario de Señoritas de la UNLP (luego Liceo Víctor Mercante). Al
mismo tiempo, la facultad de Humanidades local lo designó como director de
Lectura de Textos Históricos.
Paralelamente a
su labor docente, siempre se consagró a estudiar e investigar con profunda
dedicación, lo que le permitió, en 1941, alcanzar el título de Profesor titular
de la cátedra de Historia Americana Contemporánea en la Universidad platense,
al tiempo que condujo la de Historia Americana del siglo XIX y el Seminario de
Historia.
DESTACADO
ACADÉMICO
En 1945 Barba
fue nombrado Vicedecano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación de la UNLP. Posteriormente se desempeñó como profesor titular de
Historia en la facultad de Humanidades de la Universidad de Buenos Aires.
Otro dato
saliente de su personalidad profesional era que pensaba que el cabal
conocimiento popular de la historia argentina era de suma importancia. Y esa
misma inquietud por la divulgación masiva de la historia argentina lo llevó,
como se dijo, a fundar la revista “Honoria” en 1955, la que tuvo un gran éxito
desde el principio. Por otra parte, durante décadas contribuyó activamente en
distintas publicaciones históricas, como por ejemplo la conocida “Todo es
Historia”, creada y dirigida por Félix Luna, con quien mantenía una sólida
amistad personal.
Su carrera fue
ganando prestigio y cobrando notoriedad por lo que en 1962 fue designado
titular del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires.
En 1976 fue
nombrado Presidente de la Academia Nacional de la Historia de la República
Argentina, ocupando ese cargo hasta su fallecimiento en 1988.
Con el ansiado
regreso de la democracia, en 1984 el profesor Enrique Barba fue nombrado
director nada menos que del Archivo General de la Nación, la máxima distinción
a la que un historiador puede aspirar en nuestro país.
En 87
oportunidades se desempeñó como evaluador en jefe de acreditación docente; de
carreras de doctorados (Coneau) en distintas universidades del país; y
evaluador externo del Conicet y de proyectos de incentivos. Director de tesis
doctorales en Historia y jurado en 33 oportunidades.
En Universidades
nacionales, sociedades académicas y profesionales de las cuales fue miembro, se
desempeñó como jurado para cargos de profesores titulares ordinarios en
cuarenta y cuatro ocasiones.
En el plano
internacional, fue miembro correspondiente de las sociedades de historia de
España, Perú, Uruguay y Paraguay, entre otras.
Participó en
sesenta congresos y jornadas académicas nacionales e internacionales, siempre
como expositor, conferencista o comentarista.
Los libros que
escribió fueron, Don Pedro de Cevallos (1937), La misión Cavia a Bolivia
(1941), La misión de Quiroga al norte (1941), El gobernador Balcarce y sus
opositores (1941), Los jefes federales ante la separación de Jujuy (1943), El
norte argentino y Bolivia en la época de Santa Cruz (1949), Cómo llegó Rosas al
poder (1956), Rastrilladas, huellas y caminos (1956), Correspondencia entre
Rosas, Quiroga y López (1958), Unitarismo, federalismo, rosismo (1972), y En
torno a la cédula grande de 1743 (1979).
Como
reconocimiento a sus valiosas contribuciones a la historia argentina, el
Concejo Deliberante de la ciudad de Rosario, hace años, decidió dedicar el
nombre del académico platense a una de sus calles.
ELOGIADA OBRA
La dilatada
carrera y profusa obra desplegada académicamente desde su juventud despertó los
más elogiosos comentarios por parte de quienes fueron colegas y discípulos en
distintos ámbitos.
“Como
historiador, su formación dentro de la llamada Nueva Escuela Histórica se
advertía en el rigor heurístico que su talento enriqueció con interpretaciones
novedosas y libradas de posiciones apriorísticas. Sus trabajos son aún hoy de
ineludible consulta para las nuevas generaciones que intentan revisar y
enriquecer los estudios del pasado argentino. La influencia que este hombre
ejerció a lo largo de su vida en las generaciones más jóvenes es destacable,
tanto en la docencia como en la investigación, sus criterios de pluralismo,
creatividad y respeto han marcado a sus discípulos. Sus recomendaciones de no ajustarse
a modelos estáticos para enriquecer los análisis, la exhaustiva consulta
documental y la revisión bibliográfica para preservar la honestidad
intelectual. La transmisión de los avances de las investigaciones con prosa
clara y precisa se advierten en las profusas correcciones que hacía en los
márgenes de los borradores con su letra característica”, escribió sobre el Dr.
Enrique Barba la destacada Profesora María Elena Infesta, del Instituto de
Historia de la Universidad Nacional Platense.
“El doctor Barba
que recuerdo -añadió- es aquel preocupado por analizar el pasado sosteniéndose
en tres soportes: espacio, tiempo y cultura. Se dedicó a la cuestión de la
configuración del espacio y su interconexión en “Pedro de Cevallos” y
posteriormente en “Rastrilladas, huellas y caminos” publicado en 1956. En este
último, a partir de material cartográfico y relatos de época, mostró el diseño
de las comunicaciones terrestres y la relaciones de ese espacio económico y
social, desde la época colonial hasta la construcción de las rutas en el siglo
XX, problema desarrollado posteriormente por la historiografía argentina. Sus
preocupaciones por la interdisciplinariedad con la geografía, manifestada en
sus clases, las puso en evidencia en la convocatoria a geógrafos, urbanistas e historiadores
que en 1971 participaron en el Segundo Congreso de Historia de los Pueblos de
la provincia de Buenos Aires cuando Enrique Barba era el Director Honorario del
Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires. Por otra parte, en los
trabajos que dirigió sobre el problema de la tierra insistió en la necesidad
del uso de mapas y planos para una completa percepción de la ocupación del
espacio”.
INÉDITA
SITUACIÓN
Tal como
publicara EL DIA hace unos años, el prestigioso historiador platense Fernando
Barba, hijo de Enrique se convirtió en el nuevo presidente de la Academia
Nacional de la Historia, institución que hasta 1988 fuera presidida por su
padre, de quien siguió sus pasos como Profesor titular las cátedras de Historia
Argentina, y de Historia General, de la facultad de Humanidades de la
Universidad Nacional de La Plata, y también fue director del Centro de Historia
Argentina y Americana.
De ese modo, por
segunda vez la presidencia de la Academia Nacional de la Historia fue ocupada
por un historiador de La Plata, pero más que nada lo inédito de la situación se
traduce en que por primera vez se dio el caso de que padre e hijo se hayan
hecho cargo -en distintas etapas- de la presidencia de esta institución.
Como reflejó
tiempo atrás este diario en un artículo, hace unos treinta años también se dio
el caso de que Enrique Barba, el padre, era director del Archivo Histórico de
la Nación y al mismo tiempo su hijo, Fernando, era director del Archivo
Histórico de la Provincia.